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Navidad: quiero darte lo que sueñas

Navidad es una necesidad. La necesidad impuesta por el capitalismo salvaje, instalada en el
imaginario colectivo, de comprar regalos ha como de lugar. “Pascua feliz para todos” es la canción
icónica de esta fecha. Resulta violento, presenciar en televisión, cómo la repite el popular cantante
Chayanne, como estrella principal. Inmediatamente después aparecen en las pantallas niños y
niñas junto a un grupo de conocidos artistas bailando y cantando muy felices, “Feliz Navidad para
todos”, Finalmente Chayanne sin cantar, dice: “Feliz Navidad para todos les desea Falabella”.
Una grotesca falta de respeto. Distorsión total del sentido de la Navidad. Sin pudor publicita a
Falabella, como el mejor lugar de compras para regalarles a los niños y niñas lo que “sueñan” Y
pasar una Navidad feliz.


Y no es solo Falabella. El bombardeo publicitario pornográfico en la “tele”, lo que ve la gran masa,
induce indefectiblemente -excepto a los que tienen consciencia- a la compra de múltiples bienes:
desde celulares, juegos play station, notebooks de última generación, pasando por cientos de
juguetes, ropa, perfumes, comestibles y licores, hasta autos últimos modelos del 2025. Todo pagado en “cómodas cuotas”. Promoviendo insistentemente préstamos en bancos y/o en las
grandes tiendas para tener acceso a comprar.


Millones de chilenos y chilenas, que con suerte tienen para comer lo básico, caen como zombis en
este delirio y frenesí colectivos de gastar lo que no tienen, sin importarles continuar sobre
endeudados, con tal de demostrar “amor” a sus seres queridos.


Es un llamado histérico al apuro, a un consumismo desenfrenado, que transforma esta fecha, en la
de mayores ventas del año. El espectáculo mercantilista en que se ha transfigurado Navidad, nos
habla de un drama psicosocial: la insoportable liviandad del Ser, que conlleva al materialismo e
individualismo, centrado en los objetos.


Así es como se ven cientos de personas, como locos, aglomerados en las calles, en los mall y el
comercio en general, comprando regalos y alimentos, como fin primero y último de la
Nochebuena.


Y continúa el espectáculo. Los rimbombantes árboles de pascua, de todos los colores y estilos
atiborrados de adornos carísimos. Y cómo aparece, una y otra vez, el viejo pascuero en la
publicidad de la televisión, junto al árbol y muchos regalos, transformándose en el verdadero
protagonista de Navidad.


Centenares de miles de niños y niñas del mundo, le envían una carta al idolatrado viejito, con una
lista de soñados regalos, que promueve la tele. Todos muy lejos de una simple pelota o un simple
trompo. La advertencia, abierta y consciente del cruel mercado, es que sin muchos y costosos obsequios no hay amor.


Esto se ha transformado en el único sentido y espíritu de esta fecha.

Qué es la Navidad?
Si nos detenemos un poco a recordar la definición de Navidad; “Palabra derivada del latín
“naturitas” o “nacimiento”. Más extenso aún: “Una festividad religiosa que se celebra el 25 de
diciembre, cuando los cristianos conmemoran el nacimiento de Jesús de Nazareth”.

¿Desde cuándo se celebra Navidad? Según algunas investigaciones, hace alrededor de 1.600 años,
el Papa Julio I, escogió el 25 de diciembre, para festejar el nacimiento de Jesúcristo.
Se supone que los cristianos caían en un profundo estado de introspección y reflexión, efectuando
un balance valórico del año, con votos de renovación para el siguiente. Para ellos, Cristo es la
persona más pura y bella, que jamás ha pisado este planeta.


La pregunta es: ¿Dónde está Jesús, entremedio de este sórdido submundo materialista? ¿Dónde
está entremedio de esta enajenación y alienación del ser?
¿Quién o quienes se encargan en la “tele” de comunicar que esta fecha es solo un nuevo
aniversario del nacimiento de Jesús?


¿Quién o quienes informan a la gran masa de chilenos y chilenas que Jesús nació en un simple
pesebre de un establo en Belén? Rodeado de su madre María y su padre José. Acompañado de
vacas, burros, de pastorcitos con sus ovejas y los tres Reyes Magos. Que, por lo tanto, debiera ser
una celebración muy sencilla y austera.


Nada más lejos de esta conmemoración, que este lujurioso consumo.
Entre regalos, árboles y cenas ostentosas, con un Santa Claus, como el máximo símbolo
materialista de Navidad.


¿Qué aviso publicitario promueve que en Nochebuena lo razonable es compartir lo que uno tenga
con amor?


¿Y al otro día, en Navidad, despertar a las y los niños, con las típicas “botitas” rojas de género,
llenas de dulces y galletas de miel navideñas hechas en casa?
¿Quién recuerda en la “tele” que Jesús es un ejemplo de Humanidad?
Que siempre estuvo en la vereda de los pobres, los enfermos, los abandonados, los presos, los
desamparados Muy lejos de los fariseos, los ricos y poderosos de aquella época.

Entre el ser y el tener
¿Cuál es la diferencia entre lo trascendental y virtuoso y entre lo banal y utilitario?
Lo trascendental y virtuoso no tiene costo alguno. Se expresa en la bondad de un abrazo. En un
sincero “te quiero”. En dar todo el amor de sí por nada a cambio. En el altruismo, la solidaridad, la
generosidad y la fraternidad. Es lo eterno, lo imperecedero.


Lo banal y utilitario, en cambio, es el “comprar” el amor a través de bienes materiales. El no sentir
al otro. Utilizarlo por un beneficio o ganancia personal. Es el individualismo, lo superficial, lo
perecedero.


Todo esto es la eterna distinción entre el “ser” y el “tener”.
El “ser” genera real felicidad y plenitud, basada en la unión, armonía y Paz.
El “tener”, genera vacío interior, vacuidad. Una felicidad y alegría efímeras. Lo banal nos borra el
Alma. Nos borra como Humanos.


Según esto, Navidad se ha transformado en una festividad desalmada. O sea sin Alma.

La televisión ¿Visibiliza, en esta fecha, a las y los millones de chilenos deprimidos, angustiados,
dolidos? ¿A los presos, a los que viven en la calle o en campamentos y no tienen ni siquiera un
pollo para cenar?


¿Se informa en las pantallas la gran cantidad de hombres, mujeres y jóvenes que se suicidan justo
en esta celebración?


¿Quién se hace cargo de esos niños y niñas que tienen internalizado, desde que nacen, que la
Navidad es soñar con recibir todo lo material que les ofrece el cruel mercado? Y muchos ni
siquiera reciben una pelota.


¿Qué mamá y/o qué papá, sea cual sea la casta o posición económica, le relata a sus hijos que en
estas fechas se celebra un nuevo cumpleaños de Jesús?


Navidad en guerra
¿Qué padres les cuentan a sus hijos, para que valoren lo que tienen y creen consciencia del otro, la
tragedia de las decenas de miles de hermanitas y hermanitos en Palestina?
Específicamente en la Franja de Gaza y en Belén (Cisjordania), donde nació Jesús, que están siendo
asesinados, mutilados, estrangulados, descuartizados.


Y de miles otros muriendo de hambre día a día.


Y el desgarro de esos miles de niñas y niños que quedan huérfanos.
Sin contar los miles de desaparecidos, que yacen bajo los escombros.
Una verdadera masacre. Una Navidad enlutada.


En la que el único sueño de las y los niños es que cesen los bombardeos. Se acabe este infierno y
llegue la tan anhelada Paz.


Por último, ¿quién sabe que en el planeta existe la grosera cifra de alrededor de 345 millones de
personas que padecen hambre aguda (subalimentados)?


Y que una persona muere de hambre cada CUATRO SEGUNDOS. ***
Por esta realidad, que muy pocos conocen, ¿Será pertinente soñar y cantar “Pascua feliz para
todos”?


***Según 238 informes de Organizaciones Humanitarias no gubernamentales de todo el mundo.


María Elena Andonie
Periodista Universidad Católica de Chile

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